23 jun 2014

Capítulo 6



Con el apoyo de joven lobo Fenrir Greyback y bajo la protección de la familia Todd, Tom extendió su estadía en Inglaterra más de lo que esperaba. De hecho la cena navideña que compartió con Lina y August fue casi tan buena como las que había festejado en Hogwarts.

Ahora, en víspera de año nuevo y a punto de cumplir veintitrés años, estaba listo para cruzar hasta Calais, la ciudad francesa más cercana. Un conocido de los Todd le prestó su chimenea con conexión a dicho lugar y con una fugaz despedida a sus anfitriones, Tom desapareció envuelto en llamas verdes para abrir los ojos en suelo francés.

La tienda en la que apareció no distaba mucho de Borgin y Burke's, atestada de objetos diversos y de dudosa procedencia como estaba, sólo necesitaba contar con la presencia del viejo Burke para hacerlo sentir un déjà vu.

Tom se puso de pie mientras se sacudía el polvillo de la túnica. La limpieza dejaba mucho que desear, parecía que nadie había barrido en años y casi que no se veía a través de los vidrios de las pequeñas ventanas. Los muebles eran de ébano pero no se podía apreciar el color negro, tan característico de esa madera, porque estaban cubiertos con una densa capa de polvo gris.

Cerca de la puerta de entrada reposaba un frasco lleno de un líquido verde brillante que llamó la atención de Tom, era una de las pocas cosas limpias que encontró y parecía fuera de lugar, como si la hubieran colocado allí para que fuera el centro de atención.

-Qui êtes-vous? –preguntó una voz desconfiada.

Tom levantó la vista de la poción y buscó a su interlocutora.

-Êtes-vous le magicien anglais? –Una joven de largo cabello castaño se hizo presente, sosteniendo una varita con su mano derecha.

-Oui, c'est moi... –respondió Tom, haciendo memoria del poco francés que sabía.

-¡Ah! –ella bajó la varita, sonriendo-. Qué bien, al fin llega. Aquí solemos recibir a viajeros todo el tiempo, les damos pasaje seguro y hospedaje por una noche, si quieren.

-Si, está bien…

-Aparte es año nuevo, así que esta noche celebraremos con una cena especial –lo interrumpió, mientras buscaba un cuaderno viejo dentro de un cajón-. Eres el número dos mil novecientos treinta y tres que usa nuestra chimenea –comentó, anotando el dato-. Claro que no te pediré que firmes o nada parecido porque, generalmente los viajeros aprecian la discreción.

-¿Muchos practicantes de magia negra llegan a tu puerta?

-Algo así, no creo que la magia se divida por color. Blanco, negro… la magia es poder y si tienes el valor suficiente te atreverás a desafiar ciertos límites, sin importar las consecuencias.

Tom asintió en silencio, el pensaba lo mismo. Escrutó a la joven, intentando hacerse una idea de ella. Era bonita y de sonrisa misteriosa, además hablaba un perfecto inglés y no parecía tener miedo o aprensión hacia ninguno de los objetos escabrosos que llenaban la tienda.

-Por cierto, mi nombre es Nagini –informó con una amplia sonrisa-. No sólo recibo a los pasantes, sino que ayudo a mi padre con la tienda y crío serpientes para uso mágico... no te dejes engañar por los rumores que dicen que tengo basiliscos en el sótano, eso es ridículo. –Le guiñó un ojo-. Te llevaré a tu habitación, a menos que quieras preguntarme otra cosa, o decirme tu nombre.

-¿Qué es esta poción? –señaló Tom, y ambos se acercaron al enorme frasco de vidrio donde el resplandor verdoso del líquido se reflejó en sus caras.

-Qué buen ojo tienes. Es un elixir muy peligroso y dificilísimo de preparar, sólo quedan un par de recetas en buen estado y nadie se atreve a reproducirlas.

-¿Qué efecto tiene en quien lo bebe? –preguntó Tom, sin poder quitarle los ojos de encima.

-Nunca la probé, pero dicen que revive los recuerdos más tristes y dolorosos que tenemos guardados en el fondo de la memoria. Provoca una culpa inmensa que perfora el corazón y desespera el alma…

-Nunca había escuchado sobre ella…

-Es una antigua joya del mundo de las pociones, no es algo que aprendes en el colegio. Sólo los magos o hechiceras más poderosos y sabios pueden obtener un buen resultado.

Tom se alejó de la poción y se dijo a si mismo que robaría un poco, incluso intentaría conseguir la receta. Él sabía que podía llegar a necesitar algo tan bueno como eso.

-No va a hacer falta –dijo ella mirándolo a los ojos.

Tom, alzó una ceja, curioso.

-¿A qué te refieres?

-Se lo que estás pensando, y no eres el único. El precio son mil Galeons la ampolla, y estoy siendo generosa, porque es casi imposible conseguirla.

-Obviamente no tengo ese dinero –respondió Tom, sin miramientos-. ¿A caso sabes legeremancia?

-No se te pasa nada… soy una experta en muchas cosas y de hecho esa es una de mis habilidades.

Tom compartió muchas noches con Nagini. Ella era muy inteligente e intrigante a la vez. Enseguida congeniaron y juntos se pasaban los días intercambiando ideas, practicando hechizos o regateando precios a los clientes de la tienda. Tom que no tenía trabajo se quedó como ayudante, ya que contaba con experiencia previa y se sorprendió con lo mucho que estaba aprendiendo.

Nagini le enseño su colección de serpientes venenosas que criaba en grandes peceras de vidrio y le explicó el uso de los venenos, a cambio Tom la ayudó a mejorar el poco Pársel que ella había aprendido gracias a un viajero ruso que conoció una vez.

Una tarde, mientras revisaba unos viejos manuscritos, encontró la receta desgastada de la poción verde que lo había cautivado desde el primer día. Nagini tenía razón, era complicadísima y estaba escrita en varios idiomas. Descifrarla le llevaría muchísimo tiempo, así que optó por la salida fácil: le pediría a Nagini que le enseñara cómo prepararla.

Tom estaba casi seguro de que ella aceptaría porque llevaba meses desplegando todos sus encantos para conseguir cosas de la joven. Trabajo, comida, un techo donde dormir y ni hablar de los conocimientos mágicos que había adquirido. Aunque era un hueso duro de roer, Nagini no cedía con facilidad y se mostraba reacia casi todo el tiempo.

Él, que siempre había tenido facilidad para conseguir cosas de las personas, en especial de las mujeres, no entendía por qué le costaba tanto. Llegó a pensar que ella simplemente le daba lo que él le pedía porque tenía ganas de hacerlo.

-Nunca la preparé –objetó ella, cuando él le mostró la receta-. Bueno, no lo hice sola, me ayudó mi padre.

-¿Podemos intentarlo? –insistió Tom, decidido a no marcharse de Calais sin un poco de esa poción.

-Primero dime algo –ella dejó un pesado libro sobre una pila en precario equilibrio que se balanceaba en un estante-. Te vas a ir en cuanto tengas la poción ¿Verdad?

Tom no contestó enseguida. Era lo que quería, apreciaba a la chica pero en el fondo sabía que debía seguir su viaje, todo lo que podía ofrecerle ese lugar se estaba agotando y lo único que quedaba era el elixir verde que reposaba en el frasco. Estaba determinado a obtenerlo como fuera. Si ella se negaba, él se llevaría la receta junto con la que estaba preparada.

-Si.

-Lamentaré mucho el día que te marches, eres un gran mago, Tom Riddle, se que harás grandes cosas en tu vida –ella le dio un fugaz beso en los labio-. Te ayudaré a prepararla, porque eso significa que te quedarás aquí nueve meses más.

Y así lo hicieron, trabajado duro día y noche, ambos empezaron por buscar los ingredientes para luego combinarlos con muchísima precisión. El nivel de dificultad crecía a medida que pasaba los días y ellos tenían que pasar noches en vela viendo como hervían las virutas de saúco o como leudaban los brotes de mandrágora, mientras que por varías semanas tenían tiempo libre porque el proceso requería un período de maduración en un lugar húmedo y oscuro.

Nagini, que había mejorado muchísimo en la lengua Pársel tenía largas conversaciones con Tom íntegramente en ese idioma y él estaba contento de poder hacerlo, nunca se había sentido tan cerca de alguien como en ese momento. Por primera vez pensaba que había encontrado alguien que estaba a su par, alguien que entendía el poder de la magia y que no temía utilizarla a su favor. Nagini era una criatura hermosa, de mente abierta y descendiente de una antiquísima estirpe de magos de sangre pura que le hacía acordar a sus propios antepasados, los Gaunt.

Tom llegó a mostrarle el relicario (aunque obviando el tema de los Horrocrux, eso era algo que no le contaría a nadie) y ella reaccionó con mucha emoción al ver una pieza tan histórica entre su manos.

Cerca de un año después de llegar a Francia, Tom contemplaba su mayor logro. La poción estaba lista y reposaba dentro de un frasco rectangular sellado con cera. Pocas veces había sentido tanta euforia por algo. De a poco sus metas se iban realizando, poco a poco se iba convirtiendo en un mago poderoso y no solo eso, sino, que estaba desafiando las leyes de la magia conocida hasta límites impensados.

Sólo le quedaba un tema pendiente antes de marcharse.

Esa noche celebraron con Nagini el logro obtenido después de tanto esfuerzo y dedicación. Con vino y una buena cena se pasaron gran parte de la velada hasta que sintieron la necesidad de hacer algo que les recordara para siempre esa inminente despedida.

Estuvieron juntos. Se acostaron y entre besos que sabían a "adiós" se elevaron hasta que salió el sol para luego desvanecerse con el alba y ya nunca volver a verse.


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