30 jun 2014

Acumuladora

Sin darme cuenta he comprado y me han regalado (gracias mamá) un montón de libros, por lo que mi pila de "pendientes" está llegando a alturas alarmantes.

Mientras termino de leer Isthar, de Elizabeth Rey, miro de reojo los títulos que se acumulan. Además, el tiempo para la lectura escasea estos días, entre los exámenes de inglés, japonés y francés, más el trabajo, el blog y otras cosas se me está haciendo difícil... que bueno que se acercan las vacaciones de invierno!


Leyendo: 



Pendientes:

Cazadores de sombra, I
La ladrona de libros (terminar)
Doce años de esclavitud.
La casa de Hades.
La marca de Athenea
Once upon a time.
Assassin's creed, I
El canto del cuco.
La grieta blanca.
El Hobbit
Hacia una literatura sin adjetivos.
El gran Gatsby.
Estados de espesura.
Doce dientes.
Nuestra señora de París.
M. Antonieta y Luis XVI.
La divina comedia. 

.... Seguro que algo me falta...



Crítica literaria a Harry Potter y la Cámara secreta.

Si tuviera que elegir entre mis libros favoritos, sin dudas, Harry Potter y la Cámara de los secretos/Cámara
secreta, sería uno de ellos.

Creo que se trata de una novela magistral. La pluma de Rowling madura sin perder la imaginación y la frescura que nos enamoró la primera vez. Ahora, que ya metió al lector en su fantástico mundo, tiene mayor libertad para profundizar en otros detalles sin tener que explicar cada aspecto general. Ya sabemos qué es Hogwarts o un Muggle, entendemos las reglas del Quidditch y no necesitamos que nos digan por qué se refleja el cielo exterior en el techo del Salón Comedor. Este alivio en la autora se nota y la deja ir más allá, revelando que tiene muchísimo más para contar sobre Harry.

En esta segunda entrega de la saga los tres amigos se enfrentan a un reto más oscuro y tienen que poner a prueba su amistad. Con más acción que su predecesor, el libro atrapa ni bien se empieza a leer.

Un punto fuerte es la introducción de dos nuevos personajes que se lograron exquisitamente: El primero, un Elfo doméstico leal, valiente y con una severa lucha interna, se presenta como desencadenante del una serie de problemas que perseguirán a Harry hasta el final de la novela. Este personaje aporta una dosis de comicidad, valores y ternura que quedará en la memoria del lector.

El segundo es un profesor super arrogante, creído y molesto. Casí con un humor shakespeariano, es un personaje que amaremos y odiaremos al mismo tiempo.

En cuestión de estructura, Rowling no innova, repite su anterior esquema: un principio -Harry abandona la casa de sus horribles tíos para ir al Colegio-. Un desarrollo -las aventuras de Harry durante el año escolar. El inicio de clases, las celebraciones especiales, los partidos de Quidditch y el inicio de las vacaciones-. El final -Una batalla, el cierre del ciclo escolar y el regreso de Harry a casa de sus tíos-.

Lo que más me gusta de este libro son los saltos en el tiempo que da. La autora ingeniosamente nos lleva al pasado y nos trae al presente, mezclando las causas y consecuencias. Podemos conocer mucho más al villano (algo que me encanta) y también comprendemos por qué muchas cosas del presente son como son.

Para aquellos que crean que las secuelas no pueden superar a la primera parte, sin dudas, este libro rompe con esa regla. Tiene de todo un poco y bien dosificado. Magia, aventura y misterios que resolver. Leanlo.






23 jun 2014

Capítulo 8


Sin desesperarse por llegar hasta el bosque Albanés, donde Helena Ravenclaw había escondido la famosa diadema de su madre, Tom se quedo en el país francés lo suficiente para notar que no se perdía la gran cosa si se iba. La cultura liberal y los paisajes caballerescos con sus castillos y ríos sinuosos no era lo que estaba buscando en ese viaje de conocimiento.

Ahora que el invierno tocaba su fin, y la primavera arribaba con paso florido y cantos naturales era momento de avanzar hasta Alemania. Allí la magia oscura era moneda corriente y se la practicaba de manera más abierta, sin tanto prejuicio como en Inglaterra u otros países europeos.

Sin estar seguro de qué es lo que encontraría Tom llegó a un país gris y arrasado por la guerra. Enseguida se asqueó con la condición de vida de los muggles, quienes vagaban por las calles, andrajosos y sucios pidiendo limosnas. No había distinción entre mujeres y hombres, ricos o pobres, niños o ancianos, todos carecían por igual.

Buscando un lugar alejado de tanta miseria recorrió campos que florecían por primera vez en mucho tiempo. A medida que dejaba las grandes ciudades a su espalda el aire era más fresco y puro. El silencio sólo se cortaba con el trino de los pájaros y el calor se atenuaba a los pies de las montañas.

Una vez había oído de una comunidad mágica que se encontraba entre los Alpes, a las afueras de la ciudad de Füssen en Baviera. Si llegaba hasta allí se quedaría por lo menos una estación para estudiar mejor la región e investigar todo lo que pudiera sobre Albania. Siempre se había hablado muy bien de los magos y hechiceras alemanes y quizás, si se movía por los sitios adecuados, pudiese encontrar alguien que le enseñara un truco nuevo o dos.

Magienschen, como se llamaba el poblado encallado en la región sur de Alemania, parecía sacado de una pintura. Las casitas blancas con techo a dos aguas de tejas rojas sobresalían contra el verdor dorado de los campos sembrados. Rodeado por montañas boscosas y bajo un cielo azul brillante tenía un aire atractivo y tranquilizador que convencía a cualquiera que pasara por allí de quedarse a conocerlo.

Desde lo alto del camino que llevaba a la entrada del pueblo se podía ver a lo lejos un castillo construido en una colina que parecía resguardar todo lo que estaba a sus pies. Neuschwanstein se llamaba y curiosamente había escapado de los bombardeos a pesar de estar tan a la vista, suerte de la que no disfrutó su constructor quién murió de manera misteriosa a orillas de un lago.

Dejando atrás el palacio llegó hasta una arcada de hierro negro y madera indicaba la entrada al pueblo, a cada lado una gárgola de granito vigilaba la entrada y alejaba a los muggles. Cerca de allí un hombretón gordo y con cara de pocos amigos barría las hojas que se acumulaban frente a su casa. Cuando Tom se acercó, el hombre le preguntó con voz gruñona:

-Wer sind Sie?

-No hablo alemán –respondió Tom y siguió su camino.

Su interlocutor le cortó el pasó con la escoba y luego se llevó la varita al cuello murmurando un hechizo en voz baja.

-¿Quién es usted? –preguntó de nuevo con una voz acuosa.

-Un viajero, cansado y que busca donde pasar el resto del día –respondió Tom, haciendo un memorándum mental de que tendría que aprender ese hechizo idiomático.

-Tres cualidades que no nos gustan en Magienschen –siguió diciendo con su voz modificada-. Le recomiendo que se marche rápido, si sabe lo que le conviene.

-¿Un campesino inútil me va a echar? –Amenazó Tom, perdiendo la paciencia-. Dígame dónde está la posada más cercana y se evitará un gran dolor.

-Verdammt! –lo insultó con tono agresivo, preparándose atacar.

Tom, ágil como era, sacó la varita y le lanzó un hechizo que le asestó en el pecho a su oponente y lo dejó tendido en el suelo, luchando por respirar. El efecto pasaría rápido pero él no se quedaría para verlo, en su lugar se encaminó cuesta abajo teniendo que hacerse sombra con la mano porque el ocaso frente suyo proyectaba un resplandor dorado que teñía todo el valle.

Cuando llevaba pocos minutos andando notó que el campesino de la entrada no se había equivocado. Las personas que se iba encontrando lo miraban con cara de pocos amigos, se alejaban con paso apresurado o murmuraban entre sí, señalándolo. Aunque empezó a sentirse incomodo ignoró a los aldeanos y golpeó la puerta en un edificio de ladrillo visto que tenía un pequeño cartel anunciando que se trataba de un hotel. Pensaba pasar la noche allí pero sus planeas se aguaron apenas lo atendieron.

La mujer lo miró de arriba a abajo y le preguntó algunas cosas en un rápido alemán que Tom no entendió. Al darse cuenta que era extranjero, ella negó con la cabeza y dijo "Nazi…"

No era la primera vez que lo llamaban así en el pueblo y Tom tenía una vaga idea de que significaba, pero no entendía por qué después de seis años terminada las guerra la gente seguía con miedo y sombras de desconfianza en sus miradas.

-¡inglés! –gritó un chico menudo que no pasaría los diecisiete años-. ¡Si! ¡Tú!

-¿Qué quieres? –Preguntó Tom acercándose con cautela-. No tengo dinero para darte. Ve a mendigar a otro lado.

-¡Ja! Los forasteros se creen la gran cosa. No necesito oro, pero si quieres que te diga dónde te recibirán un poco mejor debes escucharme.

-¿Y porqué me harías ese favor?

El muchacho sonrió de una manera que a Tom no le gustó. Había algo raro en él y mientras más tiempo estaba en Magienschen menos le gustaba, era como si la apariencia bonita del pueblo fuera una trampa.

-Mi padre era de Manchester. Thomas Mclean sr, a mi me nombraron por él: Tom jr –siguió el joven sin llegara a ver la mueca de desagrado de su interlocutor-. Por eso me gusta ayudar a mis compatriotas, ahora si fueras francés o ruso no sería tan amable.

Un grupo de jovencitas pasó rápido por su lado, lanzando miradas reprobatorias.

-Tienen miedo, si bien la guerra no llegó hasta aquí, los magos franceses que intervinieron registraron toda la zona en busca de enemigos y maltrataron a los sospechosos, se llevaron a algunas personas y esas cosas… los extranjeros no dejaron una buena impresión, por eso nadie te hospedará aquí.

-Dijiste que conocías a alguien que si –objetó Tom.

-¡Ah! Nadie lo hará… Excepto el viejo Arúspico Basescu, vive en un antiguo hospedaje en el linde del bosque. A falta de clientes se gana la vida trabajando en el cementerio, pero siempre está dispuesto a dar una mano.

-Entonces, llévame con él.

-Ya es muy tarde. Mi madre no se alegrará mucho pero esta noche puedes quedarte en el sillón de mi casa. Debes prometer que apenas despunte el alba te habrás hecho humo.

Tom asintió y el joven lo llevó hasta su hogar.

Decir que el señor Arúspico poseía un viejo hospedaje era mucho. La construcción antigua y ligeramente inclinada a la izquierda tenía las paredes exteriores negras de hollín y cargaban el peso de una enorme enredadera que crecía a sus anchas. A unos cincuenta metros de distancia el joven se despidió, bastante ansioso por alejarse de allí.

-Creo que nos veremos luego. Y no rechazaría unas monedas…

-Lo único que recibirás será una maldición.

-¡Oh! Bueno, bueno… valía la pena intentarlo. El dinero extra nunca está de más.

Tom se acercó con cautela al hostal. No tenía cartel ni ninguna otra indicación, sólo una campana de bronce que servía para llamar. Cuando puso un pie sobre los restos de una alfombra de "Bienvenidos" la campana empezó a sonar con un tañido lúgubre sin que la tocaran.

A los pocos minutos las campanadas cesaron y se escuchó el inconfundible sonido de una llave girando dentro de la cerradura. La puerta se abrió no sin antes resistirse un poco y dejó a la vista al anciano dueño del lugar.

El señor Arúspico era tan horripilante como su casa: Un viejito achaparrado con la piel llena de manchas y cabello grasiento que le empezaba a escasear. Sus ojos inyectados en sangre recorrieron a Tom milímetro a milímetro, antes de sonreírle con una mueca retorcida de dientes podridos.

-Reconozco la magia oscura con precisión, muchacho y tu apestas a ella… me pregunto qué cosas has hecho, eres joven si… pero tu aura vibra con perturbación.

No era una buena forma de recibir a sus posibles huéspedes pero Tom lo pasó por alto.

-Busco hospedaje por un tiempo y me dijeron que es el único que me aceptaría –objetó, aferrando con fuerza su bolso.

-¿Y no tienes miedo? Pocos se acercan a mi posada, sobre todo por lo malditos rumores que circulan por la villa.

Tom sacó su varita del bolsillo y la giró con agilidad entre los dedos.

-Nada temo con ella en mis manos, de hecho quienes se enfrente a mi son los que deberían temblar.

-Valor no te falta –el hombre se hizo a un lado-. Si te andas con cuidado aprenderás algo, pero recuerda no confiar en nadie… es la primer regla para vivir en Magienschen.

Él sabía muy bien aquello, nunca había contado con amigos, no deseaba tenerlos y le disgustaba lo traicionera que podía llegar a ser la gente, por ese motivo siempre que estaba rodeado de personas las vigilaba de cerca y jamás, jamás se permitía fiarse de ellas o relacionarse sentimentalmente porque si llegaba el momento y tenía que deshacerse de alguien no quería dudarlo.

El interior del hostal estaba tan descuidado y sucio como el exterior. Parecía que nadie había limpiado en décadas, de hecho Tom dudaba que hubiera habido huéspedes en más de quince años.

-Si, la guerra arruinó el negocio –dijo el señor Arúspico viendo que Tom observaba con recelo el lugar-. Aunque sirvió para mejorar otras cosas…

Subieron una escalera de hierro fundido que se mecía a medida que ascendían. Al final del pasillo se detuvieron y el anciano buscó una llave de entre varias que componían su llavero hasta dar con la indicada.

-Mantengo un par de habitaciones preparadas por si eventualmente alguien las necesita.

El cuartito albergaba una cama de mantas raídas, un mueble que hacía las veces de biblioteca, cómoda y placard, una silla mecedora a la que le faltaba parte del respaldar y una ventana pequeña que se rompió cuando el señor Arúspico intentó abrirla forcejeando con la herrumbrada cerradura.

-Reparo –dijo y la abertura se restauró-. Bueno, si necesitas algo mi turno en el cementerio empieza a las seis hasta entonces estaré en el comedor. ¡Ah! Y el baño está justo al lado, ten cuidado con las cucarachas.

Tom que había dormido lo suficiente esperó hasta no escuchar más los pasos del anciano y sacó sus pertenencias de bolso. Esparcidas sobre el colchón no había muchas cosas pero eran tan valiosas como una montaña de oro.

Con cuidado limpió el frasco de la poción verdosa que había preparado con Nagini, la bruja francesa. Guardaba buenos recuerdos de ese año que pasó con ella y valoraba mucho lo que habían creado juntos, en algún momento esa poción le sería de mucha utilidad, era cuestión de esperar el momento adecuado.

Luego sacó del estuche de piel la copa de Hufflepuff su más reciente Horrocrux. Como consecuencia del hechizo había obtenido una red de cicatrices que aumentaba su longitud con los años y ahora le cubría casi todo el cuerpo excepto el rostro y las manos. Los otros dos Horrocruxes, el diario y el anillo no habían provocado mucho cambio en su anatomía.

Si continuo dividiendo mi alma hasta llegar a siete partes, en qué me transformaré se preguntó Tom, extendiendo y flexionando sus largos dedos blancos.

Volvió a guardar todo e intentó esconder el bolso dentro del placard pero este estaba cerrado con llave.

-¡Alohomora!

Nada pasó.

-¡Alohomora!

Siguió igual.

-Mierda.

Tom hurgó en su mente intentando recordar un hechizo más potente. Observó con cuidado la cerradura, sintiendo un cosquilleo en el cuerpo una maldición contra ladrones resguardaba el mueble.

-¡Ja!, ya sé como desactivarte… ¡Relashio!

Ahora si, después de vibrar un poco las puertas se abrieron dejando salir a un par de polillas y Tom comprendió por qué estaba cerrado tan celosamente. Dentro del armario reposaban unos pequeños frascos con un líquido bordo que no era otra cosa más que sangre y en un recipiente sellado con cera flotaba un asqueroso conjunto de ojos, dedos y cabellos.

Asqueado se alejó, definitivamente no se iba a quedar allí más de una noche. Se iría de Magienschen lo antes posible, era un pueblo asqueroso.

-Lamento que hayas tenido que ver eso, muchacho. Olvide sacarlas –murmuró el señor Arúspico haciéndolo sobresaltar ya que no lo escuchó entrar en la habitación.

-¿Qué es todo esto? ¿Quién es usted? –Tom lo apuntó con la varita, sentía un tic en el ojo izquierdo.

-Tranquilo, soy un anciano mago que disfruta del inocente arte de la necromancia. ¿Acaso es un pecado?

Sin bajar la varita, Tom preguntó:

-¿Los pueblerinos saben que hace estas cosas?

-Sólo se corren rumores, nada más… creo que me echarían de la villa si saben lo que hago… pero tú eres diferente.

-No. ¡Sabe qué! Será mejor que me marche ya.

-¿Para negar lo que eres? –Insistió el viejo a medida que Tom guardaba sus cosas.

-Hágase a un lado o lo mataré.

-¿Y con mi muerte harás otro Horrocrux? –preguntó con voz susurrante.

-¿Cómo lo sa… -Tom estaba horrorizado, habían descubierto su secreto- ¡Explíquese!

-Por tu aura… verás el aura de cada uno es una extensión del alma interior y brilla con más o menos fuerza dependiendo de las condiciones de esa personas, para el ojo entrenado no es difícil distinguirla y la tuya prácticamente no existen.

El señor Arúspico cerró el armario y le echó la maldición de nuevo.

-Muchacho la única forma de mermar el aura es mutilando el alma, consumiendo tu esencia y para hacerlo no existen muchas opciones. Sin embargo, jamás escuché de alguien que haya logrado ir tan lejos.

-Ni lo hará, sólo un mago con mucho potencial y con sangre antigua recorriendo por sus venas puede ser capaz.

-Interesante… interesante –murmuró para si el viejo-. En fin, ahora que las máscaras ya no están y ambos sabemos algo horrible del otro te propongo algo: ayúdame a traer un cadáver fresco del cementerio y podrás aprender el delicado arte de hacer un inferius.

-¿Con qué objeto?

-Una mente brillante como la tuya no querrá perderse esta oportunidad única. –El señor Arúspico se restregó las manos con impaciencia-. Es un arte perdido y por suerte para ti yo soy un experto.

Capítulo 7



Recostado en un banco mientras la fresca brisa invernal le agitaba el cabello, Tom contemplaba con los ojos abiertos el cielo nebuloso, pero sus pensamientos estaban muchos más allá, años atrás cuando aún recorría los pasillos del colegio seguido por un grupo de fieles jóvenes.

Había sido todo un líder y había aprovechado esta capacidad y popularidad para hacer del castillo su pequeño reino, dónde todo lo que quería se cumplía. Orquestando con cuidado grandes planes y manteniendo en secreto muchas cosas importantísimas era como había vivido sus años escolares.

De hecho, recordaba con emoción el día que descubrió que era el legítimo heredero de Slytherin, porque eso quería decir, que en cierta forma el castillo era suyo, le pertenecía una parte de ese lugar y esto se confirmó cuando encontró la misteriosa Cámara de los Secretos. El basilisco lo obedeció reconociéndolo como su dueño, e incluso llegó a matar a una sangre sucia.

Regodeándose con estos recuerdos, le vino a la mente una voz espectral, parte de otro hecho curioso que ocurrió en su séptimo curso, poco antes de que terminara el año.

Una noche, cuando el castillo estaba sumido en sueños y las estrellas de la eran la única luz que se colaba por las ventanas, acompañando a una enorme luna llena, él había salido a dar un paseo. Necesitaba planear qué iba a hacer al terminar su escolarización, quería ocupar el puesto de profesor que quedaría vacante cuando la señora Merrythought se retirara, como él sabía que lo haría pero muy en el fondo lo que más deseaba era ser realmente libre y salir a recorrer el mundo para ampliar sus conocimiento, abrir su mente a nuevas corrientes de magia y perfeccionar sus habilidades, además de incrementar la cantidad de Horrocruxes.

-¡No deberías vagar por aquí a estas horas! –dijo una voz exaltada desde un rincón.

Tom levantó la vista, percatándose de la presencia de la Dama Gris, el melancólico fantasma de la casa Ravenclaw.

-Creo saber qué puedo y qué no puedo hacer…

-¡Oh! Como quieras, ami no me importa si te tropiezas en la oscuridad o si sufres un accidente y nadie te encuentra…

-Bien, volveré a mi habitación –accedió él, sólo para lograr que se callara-. Sólo quería dar un pequeño paseo para pensar.

Ella aflojó su expresión adusta y recorrió las bellas facciones del joven con ojos interesados.

-En tiendo, yo suelo aprovechar las serenas horas de la madrugada para recordar.

-Espero que sean buenos recuerdos… buenas noches –Tom se despidió con una ligera inclinación de cabeza.

-¡Hey! ¿eso que tienes ahí es una placa de prefecto? –preguntó la Dama Gris, acercándose a él.

Ambos miraron la reluciente insignia que el chico llevaba prendida en la pechera de la túnica.

-Cuando yo estudiaba en Hogwarts, no daban cosas como esas… de hecho éramos tan pocos que ni siquiera comíamos en el Gran Salón. No, no en ese momento lo usaban para prácticas de duelo…

-¿Hace cuanto tiempo fue eso? –inquirió Tom, pasmado.

-Muchísimo… tanto, que los mismísimos fundadores aún vivían y eran nuestros rigurosos profesores.

-Increíble que los hayas conocido.

-Y no sólo eso, mi madre no era otra que la famosa Rowena Ravenclaw.

-Debe haber sido difícil ser la hija de alguien tan famoso –opinó Tom, siguiendo al fantasma que flotaba por el pasillo emitiendo un resplandor nacarado.

-Ni te lo imaginas. Muchos de mis compañeros no me valoraban y decían que sólo estaba en la casa de mi madre por llevar su apellido, que no era suficientemente inteligente para pertenecer allí. Sufrí mucho mi estadía en el castillo.

-Lamento oír eso, estoy seguro de que ellos se equivocaban, si la seleccionaron para esa casa es porque se lo merecía.

Ella rió, complacida.

-¿Puedo contarte algo que muy pocas personas supieron en su momento?

-Adelante, siempre guardaré su secreto –dijo Tom, interesado en saber que le podría contar un fantasma de mil años de edad.

-Una mañana decidí vengarme y me llevé la famosa diadema de Ravenclaw. Traté de hacerme más inteligente, más importante que mí madre. Me escapé con ella.

-Es decir que la leyenda es verdad.

-Claro que sí, aunque Rowena fingió que todavía la tenía hasta el último día de su vida. Ella era hermosa y brillante pero sobre todo orgullosa.

-Pero la diadema era tuya también, herencia familiar –intervino Tom, impaciente porque el fantasma siguiera hablando.

-Visto así, tienes razón. Pero para ella, yo era una ladrona. Quería encontrarme y recuperarla, intentó todo lo que sabía hasta que enfermó. Estaba desesperada por verme una vez más… entonces envió a un hombre a buscarme. Sabía que no iba a descansar en paz hasta que lo hubiera hecho.

El rostro de la joven lucía una expresión de infinito arrepentimiento.

-¿Nunca llegaste a usarla?

-No, fue una estupidez que pagué con mi vida y la de mi madre. –una lágrima plateada recorrió su mejilla-. Mi antiguo enamorado, un joven barón, que hoy no es otro que el mismísimo fantasma de tu casa me encontró escondida en una cabaña e intentó por todos los medios convencerme de regresar. Yo me negué rotundamente y él, en un arranque de ira me asesinó. Tendría que haberme dado cuenta de que reaccionaría mal ante mi negativa. Él siempre insistía en tener la razón, respondiendo con ira descontrolada y violencia cuando se le contradecía.

Tom se acercó a ella, fingiendo compasión.

-Me gustaría ayudarte, hacer algo para aliviar su dolor… una mujer tan hermosa no puede sufrir eternamente. No es justo.

Ella levantó la mirada, complacida y confundida.

-Es muy tarde, no hay nada que puedas hacer pero agradezco tus buenas intenciones.

-En ese caso, será mejor que vuelva a la cama. –Tom se dijo a si mismo que investigaría más a fondo todo el asunto de la diadema, encontrar un objeto como ese sería increíble.

-¡Lo tengo! –Gritó ella, flotando hasta el joven-. Me sentiría mucho mejor si alguien encontrara la diadema y la trajera a Hogwarts, a dónde pertenece. Pero es mucho pedirte algo así, el viaje es peligroso y largo.

-¿Crees que es posible encontrarla? –inquirió Tom, emocionado por el rumbo que tomaba la conversación.

-¡Claro que si! La escondí muy bien y sólo alguien muy inteligente sería capaz de llegar hasta ese lugar.

-¿Está aquí en Inglaterra?

Ella negó con la cabeza.

-Albania, está en un bosque albanés.

-¡Uh! Eso está lejos… pero si te sentirás mejor teniendo la diadema de nuevo contigo haré mi mejor esfuerzo.

-¡Eres un sol! Siempre tendrás mi agradecimiento. Busca un mapa y te señalaré el lugar por dónde empezar.

Llegaron al final de corredor, la escalera que llevaba a las mazmorras donde la sala común de Slytherin se encontraba estaba iluminada con antorchas.

-Tiene que ser nuestro secreto –pidió él, con un susurro-. Prometo hacer lo que pueda.

Tom se incorporó de repente, sintiendo un calor vigorizante recorrerle el cuerpo como una descarga eléctrica. Sabía a dónde tenía que ir, como pudo haberlo olvidado.

Albania. Allí estaba la diadema de Ravenclaw, esperando a que un gran mago la saque de su escondite después de siglos, esperando paciente a que la sacudan de su letargo.



Capítulo 6



Con el apoyo de joven lobo Fenrir Greyback y bajo la protección de la familia Todd, Tom extendió su estadía en Inglaterra más de lo que esperaba. De hecho la cena navideña que compartió con Lina y August fue casi tan buena como las que había festejado en Hogwarts.

Ahora, en víspera de año nuevo y a punto de cumplir veintitrés años, estaba listo para cruzar hasta Calais, la ciudad francesa más cercana. Un conocido de los Todd le prestó su chimenea con conexión a dicho lugar y con una fugaz despedida a sus anfitriones, Tom desapareció envuelto en llamas verdes para abrir los ojos en suelo francés.

La tienda en la que apareció no distaba mucho de Borgin y Burke's, atestada de objetos diversos y de dudosa procedencia como estaba, sólo necesitaba contar con la presencia del viejo Burke para hacerlo sentir un déjà vu.

Tom se puso de pie mientras se sacudía el polvillo de la túnica. La limpieza dejaba mucho que desear, parecía que nadie había barrido en años y casi que no se veía a través de los vidrios de las pequeñas ventanas. Los muebles eran de ébano pero no se podía apreciar el color negro, tan característico de esa madera, porque estaban cubiertos con una densa capa de polvo gris.

Cerca de la puerta de entrada reposaba un frasco lleno de un líquido verde brillante que llamó la atención de Tom, era una de las pocas cosas limpias que encontró y parecía fuera de lugar, como si la hubieran colocado allí para que fuera el centro de atención.

-Qui êtes-vous? –preguntó una voz desconfiada.

Tom levantó la vista de la poción y buscó a su interlocutora.

-Êtes-vous le magicien anglais? –Una joven de largo cabello castaño se hizo presente, sosteniendo una varita con su mano derecha.

-Oui, c'est moi... –respondió Tom, haciendo memoria del poco francés que sabía.

-¡Ah! –ella bajó la varita, sonriendo-. Qué bien, al fin llega. Aquí solemos recibir a viajeros todo el tiempo, les damos pasaje seguro y hospedaje por una noche, si quieren.

-Si, está bien…

-Aparte es año nuevo, así que esta noche celebraremos con una cena especial –lo interrumpió, mientras buscaba un cuaderno viejo dentro de un cajón-. Eres el número dos mil novecientos treinta y tres que usa nuestra chimenea –comentó, anotando el dato-. Claro que no te pediré que firmes o nada parecido porque, generalmente los viajeros aprecian la discreción.

-¿Muchos practicantes de magia negra llegan a tu puerta?

-Algo así, no creo que la magia se divida por color. Blanco, negro… la magia es poder y si tienes el valor suficiente te atreverás a desafiar ciertos límites, sin importar las consecuencias.

Tom asintió en silencio, el pensaba lo mismo. Escrutó a la joven, intentando hacerse una idea de ella. Era bonita y de sonrisa misteriosa, además hablaba un perfecto inglés y no parecía tener miedo o aprensión hacia ninguno de los objetos escabrosos que llenaban la tienda.

-Por cierto, mi nombre es Nagini –informó con una amplia sonrisa-. No sólo recibo a los pasantes, sino que ayudo a mi padre con la tienda y crío serpientes para uso mágico... no te dejes engañar por los rumores que dicen que tengo basiliscos en el sótano, eso es ridículo. –Le guiñó un ojo-. Te llevaré a tu habitación, a menos que quieras preguntarme otra cosa, o decirme tu nombre.

-¿Qué es esta poción? –señaló Tom, y ambos se acercaron al enorme frasco de vidrio donde el resplandor verdoso del líquido se reflejó en sus caras.

-Qué buen ojo tienes. Es un elixir muy peligroso y dificilísimo de preparar, sólo quedan un par de recetas en buen estado y nadie se atreve a reproducirlas.

-¿Qué efecto tiene en quien lo bebe? –preguntó Tom, sin poder quitarle los ojos de encima.

-Nunca la probé, pero dicen que revive los recuerdos más tristes y dolorosos que tenemos guardados en el fondo de la memoria. Provoca una culpa inmensa que perfora el corazón y desespera el alma…

-Nunca había escuchado sobre ella…

-Es una antigua joya del mundo de las pociones, no es algo que aprendes en el colegio. Sólo los magos o hechiceras más poderosos y sabios pueden obtener un buen resultado.

Tom se alejó de la poción y se dijo a si mismo que robaría un poco, incluso intentaría conseguir la receta. Él sabía que podía llegar a necesitar algo tan bueno como eso.

-No va a hacer falta –dijo ella mirándolo a los ojos.

Tom, alzó una ceja, curioso.

-¿A qué te refieres?

-Se lo que estás pensando, y no eres el único. El precio son mil Galeons la ampolla, y estoy siendo generosa, porque es casi imposible conseguirla.

-Obviamente no tengo ese dinero –respondió Tom, sin miramientos-. ¿A caso sabes legeremancia?

-No se te pasa nada… soy una experta en muchas cosas y de hecho esa es una de mis habilidades.

Tom compartió muchas noches con Nagini. Ella era muy inteligente e intrigante a la vez. Enseguida congeniaron y juntos se pasaban los días intercambiando ideas, practicando hechizos o regateando precios a los clientes de la tienda. Tom que no tenía trabajo se quedó como ayudante, ya que contaba con experiencia previa y se sorprendió con lo mucho que estaba aprendiendo.

Nagini le enseño su colección de serpientes venenosas que criaba en grandes peceras de vidrio y le explicó el uso de los venenos, a cambio Tom la ayudó a mejorar el poco Pársel que ella había aprendido gracias a un viajero ruso que conoció una vez.

Una tarde, mientras revisaba unos viejos manuscritos, encontró la receta desgastada de la poción verde que lo había cautivado desde el primer día. Nagini tenía razón, era complicadísima y estaba escrita en varios idiomas. Descifrarla le llevaría muchísimo tiempo, así que optó por la salida fácil: le pediría a Nagini que le enseñara cómo prepararla.

Tom estaba casi seguro de que ella aceptaría porque llevaba meses desplegando todos sus encantos para conseguir cosas de la joven. Trabajo, comida, un techo donde dormir y ni hablar de los conocimientos mágicos que había adquirido. Aunque era un hueso duro de roer, Nagini no cedía con facilidad y se mostraba reacia casi todo el tiempo.

Él, que siempre había tenido facilidad para conseguir cosas de las personas, en especial de las mujeres, no entendía por qué le costaba tanto. Llegó a pensar que ella simplemente le daba lo que él le pedía porque tenía ganas de hacerlo.

-Nunca la preparé –objetó ella, cuando él le mostró la receta-. Bueno, no lo hice sola, me ayudó mi padre.

-¿Podemos intentarlo? –insistió Tom, decidido a no marcharse de Calais sin un poco de esa poción.

-Primero dime algo –ella dejó un pesado libro sobre una pila en precario equilibrio que se balanceaba en un estante-. Te vas a ir en cuanto tengas la poción ¿Verdad?

Tom no contestó enseguida. Era lo que quería, apreciaba a la chica pero en el fondo sabía que debía seguir su viaje, todo lo que podía ofrecerle ese lugar se estaba agotando y lo único que quedaba era el elixir verde que reposaba en el frasco. Estaba determinado a obtenerlo como fuera. Si ella se negaba, él se llevaría la receta junto con la que estaba preparada.

-Si.

-Lamentaré mucho el día que te marches, eres un gran mago, Tom Riddle, se que harás grandes cosas en tu vida –ella le dio un fugaz beso en los labio-. Te ayudaré a prepararla, porque eso significa que te quedarás aquí nueve meses más.

Y así lo hicieron, trabajado duro día y noche, ambos empezaron por buscar los ingredientes para luego combinarlos con muchísima precisión. El nivel de dificultad crecía a medida que pasaba los días y ellos tenían que pasar noches en vela viendo como hervían las virutas de saúco o como leudaban los brotes de mandrágora, mientras que por varías semanas tenían tiempo libre porque el proceso requería un período de maduración en un lugar húmedo y oscuro.

Nagini, que había mejorado muchísimo en la lengua Pársel tenía largas conversaciones con Tom íntegramente en ese idioma y él estaba contento de poder hacerlo, nunca se había sentido tan cerca de alguien como en ese momento. Por primera vez pensaba que había encontrado alguien que estaba a su par, alguien que entendía el poder de la magia y que no temía utilizarla a su favor. Nagini era una criatura hermosa, de mente abierta y descendiente de una antiquísima estirpe de magos de sangre pura que le hacía acordar a sus propios antepasados, los Gaunt.

Tom llegó a mostrarle el relicario (aunque obviando el tema de los Horrocrux, eso era algo que no le contaría a nadie) y ella reaccionó con mucha emoción al ver una pieza tan histórica entre su manos.

Cerca de un año después de llegar a Francia, Tom contemplaba su mayor logro. La poción estaba lista y reposaba dentro de un frasco rectangular sellado con cera. Pocas veces había sentido tanta euforia por algo. De a poco sus metas se iban realizando, poco a poco se iba convirtiendo en un mago poderoso y no solo eso, sino, que estaba desafiando las leyes de la magia conocida hasta límites impensados.

Sólo le quedaba un tema pendiente antes de marcharse.

Esa noche celebraron con Nagini el logro obtenido después de tanto esfuerzo y dedicación. Con vino y una buena cena se pasaron gran parte de la velada hasta que sintieron la necesidad de hacer algo que les recordara para siempre esa inminente despedida.

Estuvieron juntos. Se acostaron y entre besos que sabían a "adiós" se elevaron hasta que salió el sol para luego desvanecerse con el alba y ya nunca volver a verse.


Ocaso



La pareja caminaba con paso lento, disfrutando de los rayos del sol que se resistían al atardecer. El cielo sonrosado contrastaba con el gris azulado de las montañas que se veían en la lejanía. Los únicos que acompañaban a los dos ancianos en su paseo, eran las aves que trinaban desde su escondite en las ramas de los árboles.
Ella amaba la naturaleza del valle, y en su pequeña casita cultivaba hortalizas, poniendo todo el esmero en que crezcan sanas. El amor que un día volcó en sus hijos, ahora lo recibían los tomates, zanahorias y el enorme rosal que tenía en el patio. El jardín era su orgullo, un lugar de paz después de una larga vida llena de altibajos y donde quería pasar sus últimos años.
Levantando polvo del camino con sus pasos arrastrados, recorrieron las inmediaciones del pueblo. Saludaron a los vecinos con un movimiento de cabeza, y ella les dedicó una sonrisa especial a los niños que jugaban en el columpio. En las risas de los pequeños recordó a sus propios hijos, ya grandes, y sin tiempo para visitarla. Tragados por la vertiginosa vida de la ciudad.
El sol se despidió dejando paso a las primeras estrellas, que brillaron en un cielo cada vez más oscuro. Los grillos se hicieron oír y las luciérnagas aparecieron sobre sus cabezas, parpadeando con luz verdosa.
El fin del paseo llegó pronto. Cada vez que ocurría, una sombra de tristeza nublaba su rostro, porque significaba un día menos en esa cuenta regresiva de desenlace obvio.
Una mañana corriente, mientras ella mira las fotos que guardaba con celo y nostalgia, la vida de él se apagaba despacio, acostado en la cama. Le dedicó una última mirada de ojos tristes a su esposa, pidiéndole perdón por todo lo que no le había dado, por todos los errores que cometió contra aquella mujer tan fuerte que lo acompañó siempre.
Ella no pudo evitar que una lágrima solitaria se escapara rodando por su mejilla. Le sonrió haciéndole saber que todo está bien, que las cosas buenas son más fuertes que las malas.
La fuerza de él, se agota a medida que transita el final de ese camino, que tiene como meta ineludible, la muerte. Ella lo acompaña en silencio, esperando con tristeza. No es necesario hablar, todo está perdonado y el resplandor de los recuerdos está más vivo que nunca.
En ese pueblito, donde todos los días son iguales, tanto, que se pierde la noción del tiempo y la rutina se cumple con acostumbramiento, presagiando pocos cambios, él muere.
Ella lo sobrevive y nunca olvida llevarle una flor a su difunto compañero, que sabe, la estará esperando para recibirla al final de su recorrido.


Soneto LXVI

Llegué a este soneto de Neruda escuchando una canción de Ricardo Arjona, donde se inspira en pasajes del escrito para cantarnos una hermosa pieza musical. 

Soneto LXVI

No te quiero sino porque te quiero
y de quererte a no quererte llego
y de esperarte cuando no te espero 
pasa mi corazón del frío al fuego.


Te quiero sólo porque a ti te quiero, 
te odio sin fin, y odiándote te ruego, 
y la medida de mi amor viajero 
es no verte y amarte como un ciego.


Tal vez consumirá la luz de enero, 
su rayo cruel, mi corazón entero, 
robándome la llave del sosiego.


En esta historia sólo yo me muero 
y moriré de amor porque te quiero, 
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.

Pablo Neruda




Crítica literaria a Una vacante imprevista

Cuanta expectativa rodeaba al libro Una vacante imprevista, de J. K. Rowling... después de todo era su primer libro post-Harry Potter.
Apenas pude lo compré y empecé a leerlo.


Ante una muerte inesperada se abre esta vacante imprevista que muchos codician.

Empezamos con un popurrí de personajes variopintos que entrecruzan sus cotidianas vidas de pueblo inglés.... y como suele decirse pueblo chico infierno grande! Cada quien con su personalidad bien lograda,  interesante y divertida que enseguida te atrapa.

Y creo que este es uno de los puntos fuertes de Rowling, ella sabe muy bien como ser creativa con sus personajes y otorgarles una personalidad creíble y pegadiza que salta de las páginas.

El problema es que ella cae mucho en estereotipo y clichés, lo mismo que opino de H.P. A la autora le cuesta crear personajes que no respondan a lo esperado: El inteligente nerd, el valiente, el drogadicto... y esto para alguien que lee bastante es un poco molesto.

Hablando de la historia en sí, es un intento de crítica social que resulta fácil de entender y no por ello es algo plano, todo lo contrario. Creo que hablar de una novela para adultos es algo tonto porque a un adolescente podría resultarle más interesante que a alguien adulto.

Lo primero que noté es que Rowling empieza a usar un lenguaje más vulgar pero lo hace con miedo, recién a mitad del libro puedo leer más insultos o malas palabras, como si su pluma hubiera agarrado confianza y soltado lo que tenía acostumbrado escribir con Potter.

Siendo un poco más cínica pienso ¿Qué sería de esta novela si Rowling no fuera la autora? muchas opiniones positivas se basan en esto... aunque por el mismo motivo otros la bastardean. Es un arma de doble filo.



La forma directa, eficaz, ligerisimamente simplona pero con párrafos magistrales, conmovedores e inesperado con la que ella escribió esta novela, hacen de la obra una lectura aceptable y que no te permiten abandonar a mitad de camino. Y quizás esa sea una formula para que un escritor logre el éxito. 

Además, las historias como HP que le explotan la cabeza a todos, suceden con poca frecuencia por lo que esperar que la autora escriba algo así de nuevo es casi imposible... Sería como pedirle a Michael Jackson <3 que arme otro Thriller, o a Da vinci que pinte otra Gioconda. Pero Rowling quizás pueda, al menos ella aún está viva. 
La novela pensada para adultos, es media blandita y se queda a mitad de camino. Sólo porque una escritora famosa fue la autora se armó tanto revuelo, si bien no es una mala historia, le falta mucho para ser épica.




Este resumen me pareció muy acertado y divertido (vos y sus paranoias):
  1. No es Harry Potter (ni la saga, ni el personaje).
  2. No es Harry por mucho que ponga Barry y lo leas más de una vez como Harry.
  3. La historia transcurre en un pequeño pueblo, de esos en los que si no hubiera un semáforo te lo pasarías de largo sin darte cuenta.
  4. Para alejarse del rollo corte juvenil de sus obras anteriores, la Rowling mete palabras pseudoporno en el relato. Es una de las cosas que menos me han gustado y que no va para nada con la imagen que tenemos de la escritora. Fail.
  5. Si en 50 sombras de Grey se escuchaba Toxic, aquí se escucha Umbrella y en mi coche la radio.
  6. El último cuarto de libro es lo mejor de la obra, por buscar algo positivo.
  7. Trata sobre las miserias humanas, todo muy programa Callejeros
  8. Trata sobre la falsedad de la sociedad, todo muy programa Salvados.
  9. Tiene muchos personajes que se entrecruzan. Si tardas poco en aprenderte los nombres de los concursantes del reality de turno, no tendrás problema con los del libro.
  10. Si a tu madre le gusta el mismo grupo de música que a ti... no la mirarás de la misma manera.
  11. Ni se os ocurra trastear el SQL del blog (hasta que no lo leas no lo entiendes *guiño, guiño*).



13 jun 2014

Cubriendo mi primer evento: presentación del libro Isthar, entre fiordos y runas


El martes pasado, después de ponerme en contacto con la editorial El Emporio Ediciones y pedir permiso, fui a cubrir el evento. La ocasión era la presentación del libro Isthar, entre fiordos y runas, de Elizabeth Rey.

Blog de la autora
Eligieron la capilla del Buen Pastor, un espacio más que perfecto ya que al tener una arquitectura antigua más una decoración rustica y artística encajó perfecto para la temática del libro.

Apenas llegué me presentaron a Yanina, la hermana/manager de la autora, una joven simpática que cuida muy bien la creación de Romina, alias Elizabeth Rey, una mujer joven, vital simpática pero sobre todo apasionada...

En el panel de de presentadoras estaban: Tamara Stemberg, editora y publicista, la propia autora y Mercedes Aliaga , la mentora/correctora de esta saga.

Antes de empezar pasaron un booktrailer (creado por la hermana) atrapante y con  buena música que resume el espíritu del libro y arrancó la presentación


Mercedes tomo la palabra y nos introdujo con anécdotas y detalles como ayudó a Elizabeth a organizar su novela, sorprendida por el profundo conocimiento que tiene la autora sobre un tema como lo es la civilización nórdica, tan lejana y misteriosa para nosotros.

Ella resaltó el don de la creatividad que tiene y sobre todo desarrolla Liz. De la novela destacó la agilidad con la que se puede leer y a la vez todo lo que podemos aprender sin darnos cuenta que lo estamos haciendo, porque la autora creó una historia atrapante, profunda que no cae en baches o ni errores a pesar de sus saltos en el tiempo.
Me gustó como de a poco, y gracias a preguntas directas, le fueron presentado a la audiencia esta hermosa novela. Además al instante se hizo palpable que Liz era una experta autodidacta en el tema.

Tamara le sumó su risueña simpatía y ágiles preguntas que terminaron de convencerme de que el libro era bueno.

De unos manuscritos gigantes llenos de información y con una historia que explora a varios personajes y nos permite viajar a destinos tan lejanos como Noruega o Islandia, Isthar es una novela para todo tipo de lectores.
La autora empezó recalcando "-No son Vikingos! son nórdicos..." y siguió contando detalles de esta cultura, de por qué se interesó en ella y sobre todo por qué empezó a escribir (cosas que ustedes sabrán cuando lean la entrevista que le hice)

Para finalizar, dieron una recepción de galletas con motivos rúnicos e Hidromiel!! más perfecto imposible!

Mientras me paseaba charlando con los presentes descubrí algunas cositas interesantes como que la hermana mayor de la autora es egiptóloga (how cool is that?!) y que fue gracias a un libro que le regaló a la autora su propia madre lo que la motivo a investigar la cultura nórdica.

En fin, ya tengo el libro autografiado en casa, esperando este fin de semana para ser leído... próximamente reseña y entrevista!


Capítulo 5


-En lo profundo del bosque hay una comunidad de hombres lobo –explicó el joven, mientras caminaban entre la vegetación-. Cada luna llena, nos ordenan que ataquemos diferentes poblados y llevemos comida.

-¿Quiénes son?

-¿Nuestros lideres? –El joven escupió en el suelo-. Cinco hombres, pero hay uno particularmente feroz y temible, a quien todos obedecemos…

Tom miró a su acompañante, quien arrastraba un pedazo de cadáver por el suelo, al parecer el chico no admiraba demasiado a sus superiores.

-Caius, así se llama. Odia a todo el mundo, incluso a nosotros… nos atacaría si pudiera pero sabe que le conviene armarse de un grupo numeroso de hombres lobo y vivir en el bosque, ya que no es un mago muy habilidoso como para dominar a los muggles y a los magos por igual.

-¿Odia a los de su propia raza? –inquirió Tom, perplejo.

-Bueno… se dice que nunca aceptó del todo su condición de lobo.

-¿Y tu?

-Me mordieron cuando apenas era un bebe, no sé lo que es vivir sin la parte animal dentro de mi. –contó con ojos brillantes-. Mi misión es transformar a tantos como pueda, esa es mi venganza al mismo tiempo. No por el hecho de que me convirtieron, sino, porque al hacerlo me marginaron, jamás podré llevar una vida normal junto al resto de la sociedad. Todos temen a los de mi especie, desconfían de nosotros… por eso disfruto desgarrando sus cuerpos indefensos y ver como intentan defenderse en vano.

El resto del camino lo recorrieron en silencio, cada cual inmerso en sus pensamientos e intentando no tropezar con las raíces que sobresalían.

Tom se detuvo al sentir un fuerte olor a putrefacción que le hizo arrugar la nariz y no tenía nada que ver con el cadáver que cargaba el joven lobo, a su lado. Después de pasar horas y horas vagando por la inmensidad del bosque, habían llegado hasta una construcción de gran tamaño venida a menos por las inclemencias del tiempo. El rojo de las piedras era sangre seca y miles de huesos habían quedado esparcidos en las inmediaciones del lugar.

-Este es nuestro hogar –informó el joven, aunque no hacía falta. Se acomodó el botín sobre el hombro y cruzó el arco de la entrada-. No use magia, a los lobos nos incomoda. Entremos.

Los ojos de Tom tardaron en acostumbrarse a la oscuridad y notó que, a medida que avanzaba por el largo pasillo, el mal olor se acrecentaba. Podía vislumbrar tenues sombras que se movían cerca de ellos y muchas veces se resbaló con restos de basura que había esparcida por el suelo.

No confiaba en su compañero por lo que tenía la mano metida en el bolsillo, sujetando con fuerza la varita.

Cuando parecía que el pasillo no tenía fin, vieron una luz amarillenta proveniente de una habitación contigua. El ruido de muchas voces ásperas y gruñonas llenó el lugar. Tom se sorprendió al ver tantos hombres y mujeres de aspecto sucios reunidos a los pies de una silla viejísima que servía como trono para Caius.

-Nuestro rey –ironizó el joven, en voz baja, antes de ingresar-. Presentémosle nuestro respeto y éste pedazo de carne que traje.

A medida que avanzaban, todos los ojos se posaban en Tom y lo seguían con desconfianza.

-Una presa viva… –empezó Caius, al verlo caminar en su dirección.

Él era una criatura delgada y de piel cetrina. Usaba túnica color vino y llevaba el cabello corto sobre los hombros. Una buena cantidad de cicatrices le deformaba el rostro junto con buena parte el cuello. Casi no parecía humano, como si el lobo que llevaba adentro estuviera luchando por salir.

-Quería una audiencia con usted –informó el joven señalando a Tom y dejando el cadáver a los pies de su señor.

-Y tú no tuviste mejor idea que traer a un mago hasta nuestro refugio. –La voz de Caius tenía un matiz amenazante que trataba de disimular con una sonrisa de colmillos putrefactos.

-No pensé… –intentó disculparse el chico.

-¡Silencio!

La mar de personas que los rodeaba, empezó a ponerse nerviosa. Algunos gruñían y otros insultaban por lo bajo.

-Nunca deben revelar nuestra ubicación, éste… –Caius abarcó el salón con la mano-. Es nuestro refugio.

-Lo siento.

-¿Lo sientes? –Caius le hizo una seña con la cabeza a un hombre que tenía al lado-. No, no, ahora lo vas a sentir.

Antes de que Tom pudiera reaccionar el joven fue atacado salvajemente por media docena de furiosos hombres que lo golpearon y lo arrastraron fuera del lugar, siendo arengados por la mayoría de los presentes.

-Ni se te ocurra. –Advirtió Caius, viendo que Tom sacaba la varita-. ¿Qué quieres, mago? ¡Ve al grano!

-Contar con al apoyo de su… comunidad –empezó con voz calmada-. Planeo acabar con la sangre sucia que se propaga entre las estirpes de magos y purificar las familias…

-¡Quieres nuestra ayuda! Pequeño pretencioso ¡Qué nos importa a los Lobos la sangre que corre en las venas de las criaturas mágicas! La única sangre que cuenta es la derramada por nuestros dientes o la contaminada con nuestra maldición.

Armándose de paciencia y con voz clara, siguió diciendo:

-Busco levantar cimientos fuertes que sostengan una nueva Era, donde magos y criaturas mágicas sean quienes decidan el destino del mundo en vez de ocultarse o moverse entre las sombras por temor a las pobres mentes muggles. Ellos son inferiores y deberían… deben conocer su lugar. Respetarnos.

-¡Ja, ja, ja! –rió con descaro Caius, aplaudiendo-. Es una broma… tiene que serlo.

Tom lo miró con el ceño fruncido, sentía un tic detrás de ojo izquierdo que empezaba a latirle con más fuerza. Estaba a un pelo de lanzarle una maldición a ese idiota. Utilizando toda su fuerza de voluntad reprimió sus deseos de acecinarlo y esperó a que se hiciera silencio de nuevo.

-¿Mis palabras no lo convencieron ni un poco? ¿Acaso usted no fue un mago antes de ser mordido?

-Lo que fui o soy no es de tu incumbencia.

-¿Por qué le niega a los demás la oportunidad de ser dignificados? –giró la cabeza en dirección a la multitud que tenía detrás-. ¿No les gustaría dejar de esconderse? ¿No quieren carta blanca para atacar a quienes los persiguen?

Un murmullo de asentimiento colectivo se hizo oír.

Caius parecía desconcertado ante el hecho que sus subordinados apoyaran a este mago que venía desde Londres, intentando usarlos para reprimir a los impuros. Contempló a Tom bajo otra luz, era mejor no dejarlo seguir hablando o empezaría a meter sus ideas en la mente de los demás y quizás fuera suficiente para hacerlos marchar a su lado.

-Si quieren libertad y reconocimiento, igualdad y respeto, síganme en mi cruzada…

-¡Sáquenlo de aquí! –Exigió Caius con la voz temblorosa al ver a la multitud vitorear- ¡No dejaré que este… este… ¡loco! siga discurseando tantas sandeces en mi hogar!

Tom perdió todo atisbo de sonrisa, apretó su puño alrededor de la varita y se preparó para defenderse de quien se atreviera a tocarlo. Pero nadie se acercó, todos parecían bastante confundidos con lo que estaba pasando. Algunos se hicieron a un lado para abrirle paso, esperando que él se fuera por cuenta propia.

Al final, Tom pensó que sería lo mejor. Armar una pelea con tanta desventaja de número no sería lo más sensato. Entonces se marchó sintiendo una furia helada que le recorría el cuerpo, nunca más permitiría que otra bestia lo tratara de esa forma. Cuando tuviera el poder absoluto aniquilaría a todo aquel que se atreva a interponerse en sus planes y sometería a las criaturas inferiores a los magos para que sean meros sirvientes de la causa.

Iría a casa de los Todd a buscar el resto de sus pertenecías y se marcharía a Calais, Francia. La próxima vez que tocara suelo Inglés sería convertido en el mago más poderoso que se haya visto y todos se inclinarían a sus pies. El mundo entero temblaría al pronunciar su nombre.

Aún ofuscado por como habían salido las cosas y deseoso de seguir con su viaje tardó en darse cuenta que alguien lo seguía.

-¡Hey! –lo llamó una voz entre la oscuridad-. ¡Alto!

Tom se dio vuelta con la varita lista para atacar a quien lo molestara. Estaba de muy mal humor y duda poder contener un potente hechizo mucho tiempo.

-Eh, baja eso, soy yo –el joven lobo apareció entre la maleza.

-¡Lumos!

El rayo de luz amarilla le dio de lleno en la cara haciéndolo retroceder. Tom pudo ver cuan magullado estaba, tenía un feo corte en la frente y ambos ojos rodeados por círculos negruscos.

-Traje un regalo para ti –dijo, cubriéndose la cara con una mano mientras dejaba caer una tela ensangrentada sobre el suelo-. Me costó un par de dientes y una docena extra de heridas, pero era hora de que alguien se alzara… el resto de los míos me siguió gustoso, sobre todo después de tu discursito.

Tom iluminó con desconfianza el revoltijo de telas, con cautela apartó los pliegues hasta dejar al descubierto la cabeza cercenada de Caius.

-¡Qué…

-De nada –se adelantó el joven.

Tom lo miró a los ojos intentando encontrar algún truco o trampa que delatara las malas intenciones del muchacho. Nada.

-Tenga la certeza de que siempre estaré a su servicio –gruñó-. Por cierto, me llamo Fenrir, Fenrir Greyback.


Capítulo 4




El cielo despejado dejaba ver una enorme luna redonda y amarillenta que no podía pronosticar nada bueno. En el aire se sentía un peligro acechante, acompañado por agudos aullidos que se intensificaban por momentos.

Tom sintió un escalofrío bajarle por la espalda.

Cuando llevaba un par de horas caminado encontró el claro donde los hombres del pueblo habían tendido la emboscada para la bestia. En una choza en ruinas amarraron a una mujer amordazada y con todo el aspecto de ser parte de la caravana del circo.

Estúpidos rió para sus adentros.

Escondido detrás de un grueso tronco podía ver a los pueblerinos subidos a ramas altas o escucharlos murmurando entre sí.

Una calma espeluznante reinaba en el bosque. La prisionera intentaba moverse o quitarse la mordaza de la boca pero no podía, estaba sujeta de pies a cabeza con sogas y cadenas.

Un aullido, luego otro y otro. El animo se caldeó enseguida, todos temblaron de miedo. Todos menos Tom, que podía sentir su corazón entusiasmado por lo que pasaría a continuación. Ellos recibirían su merecido.

De improviso una masa de pelos y dientes saltó de entre los arbustos. Se acercó lentamente a la mujer que no cabía en sí del miedo. Entre gruñidos, la bestia olisqueó a su presa pero un ruido le alertó, se dio vuelta con la rapidez de una saeta y esquivó la primera bala plateada. El proyectil le dio a la mujer en el hombro.

Habían develado su ubicación y la criatura no perdió tiempo en abalanzarse contra ellos. En apenas unos segundos el caos reinó. Los pueblerinos huían despavoridos pero el hombre lobo los atrapaba con suma facilidad y destrozaba sus cuerpos.

El hedor de la muerte, la sangre fresca y los cadáveres pudriéndose invadió el bosque a medida que el sol ascendía sobre el horizonte. El suelo tan rojo como el cielo del amanecer era una escena terrorífica.

Tom, que había seguido a la bestia hasta su escondite, esperó paciente a que la trasformación cediera ante la forma humana.

Con la varita en alto apuntó a la persona que se arrastraba desde la profundidad de un tronco hueco. El joven no tendría más de quince años pero ya presentaba un buen atado de cicatrices y feos cortes sin curar. De piel cetrina y ojos feroces, se alzó ante Tom, dispuesto a pelear por su vida.

-Tamaña masacre la de anoche –comentó el mago con voz empalagosa, pero sin bajar la varita.

-¿Qué quieres? ¡Vete!

-No –dijo suavemente Tom-. De hecho ya que lo preguntas quiero ayudarte.

-¡¿Por qué?! –inquirió con nerviosismo el joven, intentado cubrir su cuerpo desnudo.

-Porque soy un mago y compartimos el gusto por deshacernos de la escoria muggle.

El chico lo miró con extrañeza.

-Pudiste atacarme, no estaba escondido muy lejos pero te focalizaste en esos hombres. Incluso dejaste viva a la mujer.

-¡Es una squib! Tengo una habilidad especial para oler la sangre sucia, a los que carecen de magia. Es un placer desgarrar sus cuerpos indefensos. –Se pasó una mano mugrosa por la nariz.

Los ladridos de los sabuesos se empezaron a escuchar cada vez más cerca.

-Vienen a buscarte –comentó Tom, guardando su varita-. Te propongo algo a cambio de mi ayuda.

-No necesito…

-¡Silencio! Verás, no tienes opción. Te ataré aquí y diré que te atrapé, esa sangre seca y el cadáver que arrastraste hasta tu cueva será prueba suficiente para que te condenen a una muerte brutal.

-¡Qué quieres de mi! –gimió desesperado.

-Tus servicios.

El chico de ojos salvajes aguzó el oído para calcular cuan lejos estaban los perros. Parecía un cervatillo asustado y Tom sabía que lo tenía bajo su poder.



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